EL QUINCHO (CUENTO)

   
   
Mi nombre es Claudio Canale y hoy estoy aquí delante suyo señor y le narraré una historia, una historia dolorosa que lleva ya muchos años. 
   Yo era un empresario exitoso señor, mi padre nació en Italia y se vino para Argentina después de la guerra. 
   Él era diseñador de indumentaria y aquí abrió un tallercito en San Martín, y comenzó a crear ropa informal. En esa época todos usaban trajes, camisas, bueno usted sabe, otra época. Primero arrancó fabricando chombas y le fue muy bien señor y cuando cumpli los trece años me llevó a trabajar con él. 
   Aprendí todos sus secretos y un día cuando él enfermó me hice cargo de todo por que él ya no podía hacerse cargo de nada. Yo tenía a mi madre y a dos hermanas más pequeñas y a ellas nunca las dejó acercarse al taller, eran mujeres (decía) y el trabajo era de hombres, ellas estaban para otra cosa (decía). 
   Un tiempo después de esto mi padre falleció y quedé a cargo de todo, y lo hice tan bien señor que pronto me convertí en un empresario. Amasé una buena fortuna diseñando para varias marcas reconocidas, esas que ahora abundan por todos lados. 
   A los treinta años me casé con una modelo, una hermosa mujer que conocí en un desfile, tuvimos dos hijos; Lautaro y Cármen, dos solcitos, bah hasta que crecieron. 
Con tanto trabajo señor casi no estuve con ellos y eso se paga señor, vaya si se paga. Mi mujer dejó de trabajar cuando nació Lauti y nunca más volvió a ejercer su profesión, se dedicó de entero a la familia y yo estaba chocho señor, en eso salí a mi padre, no me gustaba que mi esposa anduviera por la empresa. Pasó el tiempo rápidamente, muy rápidamente. Yo trabajaba desde las siete de la mañana a las doce de la noche y los fines de semana también por que había que estar en los eventos, las presentaciones de nuevos modelos y todo eso, solo veía a mi familia de vez en cuando y en las vacaciones me la pasaba más pensando en la empresa que en ellos, así me fue. 
   Un día Lauti me pidió ir a trabajar conmigo, tenía ya 20 años y ahí empezó la debacle, pronto se convirtió en mi enemigo dentro de la empresa. Tenía ideas nuevas que yo no aceptaba señor, él decía que teníamos que expandernos hacia los mercados del exterior. ¡Si así estábamos bien! Discutíamos por todo y casi siempre se salía con la suya. Lauti era una luz en los negocios, se había graduado en administración de empresas y yo apenas terminé la secundaria, era lógico que algún día lograra (como pasó)hacerme a un lado. ¡Y vaya que lo consiguió señor!. Aprovechó al máximo una situación por demás traumática que sucedió una tarde que aún puedo recordar. No sé porqué razón pero luego de almorzar en el quincho de nuestra hermosa casa discutimos feo, muy feo con Lauti y su madre lo apoyó. ¡Me faltaron el respeto señor! y yo reaccioné de la peor manera, fui hasta un cuarto que utilizábamos para guardar de todo y encontré una botella de aguarrás, regresé al quincho y después de derramar por todos lados el liquido lo prendí fuego. 
Por suerte nadie salió herido pero del quincho no quedó nada. Mi mujer y mi hijo me hicieron internar en un Psiquiátrico señor. Los médicos dijeron que sufrí un fuerte stress y me dejaron allí por meses. Mi mujer y mi hija nunca vinieron. No podían verme así(dijeron) Solo Lauti me visitaba señor en contadas ocasiones y me hacía firmar papeles mientras yo estaba dopado. Un tiempo después ya dejó de hacerlo y me quedé solo señor, vivía por que el aire era gratis señor. 
   Un día tuve un lapsus de cordura y dejé de tomar las pastillas, me las dejaba debajo de la lengua y después las escupía cuando no me veían los enfermeros. Ahí me di cuenta de todo señor y me escapé una noche. 
   Durante los dos años siguientes viví como un linyera. Cartoneé para comer, y hasta busqué trastos viejos para armarme un lugar al lado de la autopista del oeste. A veces la policía me corría, yo buscaba otro lugar pero pronto volvía. 
   De vez en cuando caminaba hasta mi casa, mi hermosa casa y me la pasaba un buen rato observando el movimiento sin que me vieran, bah, mi mujer y mis hijos nunca me hubiesen reconocido en ese estado. Aparte para ellos ya no existía. 
   Y una noche me decidí a volver señor, me metí por el fondo de un vecino que no estaba. En mi casa había una fiesta, una gran fiesta señor, parecía un acontecimiento muy importante, y vaya si lo era. Se había casado mi hija con el contador  de mi empresa. 
El tipo le llevaba como 15 años, yo nunca hubiese permitido esa relación señor, pero el muy turro seguro que se hizo amigo de Lauti y así se acercó a mi niña. 
   Toda la familia se encontraba reunida. Mi esposa, mis hijos, mi madre, mis hermanas. ¡Todos menos yo señor!. Entonces, y sin que me vieran fui al cuartito, vi un botellón de aguarrás y nadie se dio cuenta de nada, mejor así, no sufrieron tanto, o sí, eso ya no importa. 
   Ahora estoy ante usted señoría contándole esto, quedo en sus manos. Lástima que del quincho no quedó nada...


         

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