TODO TIENE UN LÍMITE (CUENTO)






Querido Alfonso: 
No encontré mejor forma que ésta para comunicarme con vos ya que cada vez que intenté convencerte de que no me maltrates cuando te decía  algo que no te gustaba y me golpeabas haciéndome mucho daño para después terminar llorando y pidiéndome perdón jurando que nunca más volvería a suceder te perdoné una y otra vez, pero lo de anoche fue demasiado, terminé en la guardia del hospital y ni te dignaste a acompañarme, por eso y  con todo el dolor del mundo te digo adiós, pero para que veas que aún te amo con toda mi alma te dejé la cena preparada como siempre, ojalá cambies tu actitud y comprendas que dañando no llegarás a ningún lado, es un consejo, tomalo o dejalo. Ah, no me busques, no podrás encontrarme nunca más.
Te quiere
Valentina.

Alfonso llegó a su casa tarde como siempre, venía de mal humor como siempre y comenzó a llamar a su mujer: 
-¡Valentina! ¿Dónde estás? ¡Valentina!

La fue a buscar a la habitación y allí no se encontraba, insultó al aire, fue al baño y tampoco estaba, su ira iba creciendo a cada paso que daba, cuando se dirigió a la cocina vio el sobre apoyado sobre un florero que oficiaba de centro de mesa, lo tomó y comenzó a leer la carta mientras lanzaba improperios.

-Maldita perra, cuando te encuentre ya vas a ver. ¡Hija de puta!

Rompió el sobre y lo arrojó al piso, pateó una silla y luego le dio un puñetazo a la pared, poco después ya resignado fue a la heladera y sacó una botella de vino de la que tomó directamente del pico y luego la arrojó contra la puerta destruyéndose esta en mil pedazos, su ira había regresado. 

-Te voy a encontrar maldita y te voy a matar -decía en un tono nervioso pero con cierta calma-, por lo menos me dejaste algo para comer, ma sí, tengo hambre, ya veré después qué hago, seguro que te fuiste a lo de esa putita de Micaela, estoy seguro que fue ella la que te llenó la cabeza.

Valentina le había preparado la comida que más le gustaba, un guiso de arroz con rabitos, una exquisitez para él. Pero al darle el segundo bocado comenzó a sentirse mal, sintió un dolor agudo en el estómago que lo hizo primero doblarse y luego caer al suelo, falleció casi en el acto.

Un par de horas después Valentina regresó a la casa, lo vio tirado en el piso de la cocina y se acercó lentamente, le dio una patada para cerciorarse de que ya estaba muerto, luego sacó un sobre de su cartera y lo dejó en el bolsillo derecho de su pantalón, sonrió levemente y se marchó.

Cuando los peritos realizaban su trabajo encontraron la misiva y uno de ellos la leyó:

Señor juez:
Mi nombre es Valentina Sánchez y soy la homicida, por favor envíele saludos a la familia del oficial Cáceres, quién varias veces no me tomó la denuncia por malos tratos que intenté hacer acusando a mi marido. Me enteré que había fallecido por envenenamiento ayer por la tarde, sabía que le encantaban las magdalenas y parece que cuando se las mandé con una nota anónima agradeciéndole por su buen servicio a la comunidad no las compartió con sus compañeros, por lo visto era bastante angurriento...


       

Comentarios

Muy bueno! Imposible dejar por la mitad este intenso microrrelato.
Saludos!

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