LA HISTORIA DE UN JUICIO EXTRAÑO (1981) ADAPTACIÓN 2014





   Me había quedado solo en casa ya que mi madre había ido de compras al centro y aproveché entonces, ya que venía bastante cansado, para dormirme una buena siesta que me ayudara a recuperar fuerzas. Me acosté y pronto me quedé profundamente dormido. De pronto sentí un sacudón y una voz que me gritaba.
   —¡Ey! ¡Despierte de una vez!—me dijeron.
   Todavía entregado al sueño y sin saber en que galaxia viajaba solo atiné a mirar a quien me zamarreaba y casi me da un infarto. A mi lado se encontraba mi televisor.
   —Venga, acompáñeme —dijo ahora con firmeza.
   Me refregué los ojos tratando una y otra vez de salir de esa especie de pesadilla y en verdad no podía creer lo que me estaba sucediendo. Por un momento pensé que todo era parte de un mal sueño del que pronto despertaría pero el aparato seguía allí con su pantalla encendida y hablándome.
   —Qué. ¿No escuchó?—Me retó—. ¡Vamos!, no tenemos tiempo.
   Me levanté de mi cama tambaleándome y creyendo que estaba ingresando en un camino hacia la locura. Así que no sabría decirles porqué pero decidí seguir a mi TV. Salimos de mi habitación y nos dirigimos a la sala más grande de mi casa. 
Al entrar, vi algo sorprendente. Todos los artefactos de mi hogar sumados a escobas, cepillos, sillones y demás elementos de mi casa habían tomado vida propia y dialogaban entre ellos, era tal el alboroto y bullicio que mi cabeza que de por sí parecía una licuadora comenzó a dolerme.
   —¡Silencio!—se escuchó-. o los tendré que sacar fuera de la sala.
   El Lavarropas estaba ¿sentado?, O algo así, en mi escritorio y daba órdenes a diestra y siniestra para que se callaran.
   —Esto es un tribunal—continuó diciendo—. Y no permitiré que nadie convierta esto en un estadio de fútbol.
   Se hizo de pronto un profundo silencio y más cuando vieron que yo ingresaba.
   —Era hora Señor–me habló el lavarropas—. siéntese a mi lado, comenzaremos con el juicio
 
 ¿Juicio?. ¿Qué juicio?—Me dije a mi mismo.
   —¿Y? ¿Qué espera?—dijo molesto el Juez lavarropas.
   Caminé y me senté en una silla que habían puesto cerca del increíble Juez que con un martillo seguía golpeando el escritorio. Este lo miró mal y se quejó:
   —Epa Juez, no me dé tanto que me va a hacer daño.

   —Perdón Señor Escritorio —se disculpó el lavarropas.
   —Está bien, no hay problemas.
   Yo observaba atónito la escena tratando de que ese mal sueño se acabara de una vez, pero la realidad era muy diferente. Eché un vistazo a mi alrededor y allí vi a mi equipo de audio, una guitarra que tenía bastante abandonada y guardada en un altillo, la PC, y hasta un celular que había descartado al comprarme uno de última generación entre otras tantas cosas.
   —Se abre la sesión—anuncio el Juez Lavarropas—. Por favor señor Secarropas presente el caso.
   Moviéndose de un lado a otro frenéticamente como cuando funcionaba en el lavadero de mi casa el Secarropas se acercó a mí y comenzó con su disertación.
   —Acusamos al señor Terrero Adrian Pablo por maltrato de muchos de sus artefactos personales quienes han presentado una denuncia y declararán como testigos esta tarde en esta sala que lo juzgará.
   —Muy bien—dijo el Juez lavarropas—. ¿El acusado tiene algo que decir al respecto?
   Me quedé en silencio y con la boca abierta tratando infructuosamente de comprender lo incomprensible.
   —Veo que no tiene nada que acotar—dijo el lavarropas—, llamo entonces al estrado a su abogada defensora la señora Almohada.
   Como si fuese una vedetonga de un Teatro de revistas, mi propia almohada se dirigió meneando su osamenta mientras recibía chiflidos de aprobación por parte de varios asistentes que la vitoreaban a su paso como el perchero, el inodoro, el bidet y ¡hasta mi traje!
   —¡Orden en la sala! —volvió a pedir el Juez mientras golpeaba el martillo ante
la dura mirada de mi escritorio.
   Mi almohada se sentó a mi lado y con gran seguridad me miró y soltó una frase.
   —Quédese tranquilo—dijo—. Lo sacaré de ésta.
   Al dolor de cabeza que tenia se le sumó un mareo que casi me deposita en el suelo aunque estoicamente pude sostenerme.
   —Muy bien—ordenó el Juez Lavarropas—. Comencemos. señor Secarropas llame a su primer testigo.
   —Qué pase al banquillo el señor equipo de Audio—solicitó.
   A esa altura ya me estaba acostumbrando a ver como los artefactos se movían de un lado a otro como si nada. El equipo comenzó a funcionar y se escuchaba la música de un grupo de mi preferencia mientras los presentes bailaban al compás de la canción y seguían el ritmo golpeándose en el piso. 

Al llegar, se acomodó sobre un banquito de madera que me había hecho especialmente mi abuelo cuando yo era un niño y un escobillón que oficiaba de Secretario de justicia le tomó el juramento.
   —¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
   —Lo juro.
   —Apague esa música ¿Quiere?—lo reprendió el Juez.
   —Perdón señoría-se excusó el equipo de audio—, es que mi alarma no funciona demasiado bien y esta descontrolada.
   El equipo se dió un golpe a sí mismo y la canción dejo de reproducirse.
   —A lugar—pronunció el juez—. Señor Fiscal, interrogue al testigo.
   —Gracias señoría—respondió el Secarropas—.¿Cuánto hace que vive aquí?
   —Como tres años.
   —Ajá. ¿Y usted llegó traído por el acusado?
   —No Señor, fui un regalo de su madre para su cumpleaños.
   —Relatenos su historia desde su llegada por favor.
   —Al principio estaba muy feliz de haber venido, el señor Terrero me encendía todos los días, escuchaba la música y todas las semanas se tomaba el tiempo para limpiarme pero de un día para otro dejó de hacerlo y más cuando mi lente óptico comenzó a fallar y por ende los Cds no los podía leer.
   —Se estaba quedando ciego.
   —Así es.
   —¿Y que hizo al respecto el acusado?
   —Absolutamente nada.
   —Protesto su señoría—dijo mi almohada-. Perdón mi abogada almohada.
   —Protesta denegada. Por favor señora, deje que termine el testimonio
   —Pero su Señoría—expresó ella—, puedo discutir este punto para poder defender a mi cliente.
   —Luego tendrá tiempo para exponer su recusación, así que por favor señor equipo de audio continúe.
   —Al poco tiempo, uno de mis parlantes dejó también de funcionar y me quedé casi mudo también.
   —¿Y el acusado?—preguntó el Fiscal.
   —No hizo nada, luego me enteré que escuchaba música en su PC y yo quedé derrumbado, mudo y sucio en un rincón de su ropero, alejado de todo y de todos.
   Los asistentes al juicio comenzaron a lanzarme insultos mientras también me abucheaban de lo lindo.
   —¡Silencio!–gritó el Juez Lavarropas-¡Silencio!
   Los artefactos volvieron a calmarse.
   —Continúe por favor-indicó el Juez.
   —En síntesis, ya no me limpian, junto tierra, y mi funcionamiento me ha llevado a correr serios riesgos de muerte.
   —¡Mal nacido!—gritó mi cómoda.
   —¡Delincuente!—vociferó mi ventilador de pie.
   —Señor escobillón—ordenó El Juez Lavarropas—, retire de la sala a esos dos
   Un nuevo abucheo se escuchó mientras el escobillón se dirigía hacia donde estaban los rebeldes para pedirles que se retiraran. Yo seguia abrumado por lo que estaba viviendo y observando todo sin entender absolutamente nada.
   —Señora almohada—dijo el Juez—. Puede ahora interrogar al testigo.
   Mi almohada se incorporó y fue directamente hacia donde estaba el equipo de audio.
   —Usted declaró—dijo mi almohada defensora—. Que al llegar aqui traído por la madre del acusado, él le dispensó un gran cuidado y lo ultilizó con gran corrección y digamos, bastante cariño.
   —Así es, pero solo al principio.
   —¿Y cuánto duró esto?
   —Un año y medio más o menos.
   —Interesante.¿Y qué me dice del dia que usted abandonó al señor Terrero?
   —No lo recuerdo.
   —¿Ah no recuerda?
   —No.
   —Le refrescaré su memoria. Hace unos ocho meses el señor Terrero regresó a su casa luego de un mal dia. Necesitaba relajarse y pensó en que la música sería um bálsamo para él. ¿Pero sabe qué?. Usted no leyó sus CDs ¿qué me dice sobre eso?
   —Es que tuve un problema y...
   —¿Y el acusado que hizo en ese momento? ¿Lo golpeó? ¿lo tiró a La basura?
   —No.
   —¿Entonces?. Relátenos que sucedió por favor.
   —Me abrió y limpió mi lente cuidadosamente con un isopo con alcohol.
   —Ajá, y usted volvio a funcionar.
   —Así es.
   —No lo escucho hable más fuerte por favor.
   —Qué volví a funcionar.
   —¿Y que pasó al otro dia?
   —Es que fue hace tanto tiempo que…
   —Yo se lo diré. ¡Usted volvió a no funcionar señor equipo de Audio!
   —¡Protesto su señoría!—interrumpió el fiscal secarropa—. La abogada defensora presiona al testigo.
   —No a lugar, prosiga señora Almohada.
   —Gracias Señoria. En síntesis, creo que debemos desestimar a este testigo debido a que la acusación es improcedente. 

   —A lugar. El testigo deberá ser retirado de la lista de denuncias y además su acusación queda sin efecto.
   —Gran defensa—me dije—, mientras mi defensora volvia hacia mí y recibía una verdadera ovación por parte de todos los presentes.
   —Se lo dije-me comentó—. Pan comido, uno menos.
   Increiblemente me había metido de lleno en esa locura y a pesar de que todavía me duraba la conmoción comenzaba a entretenerme y también a 

(porqué no decirlo) realizar una autocritica. 
   El Juez llamó al improvisado estrado al segundo testigo de la fiscalía. Mi PC de escritorio. Esta venía con su monitor encendido y se sentó en el banquillo. El escobillón al igual que al equipo de audio le tomó el juramento y el fiscal comenzó a interrogarla.
   —Señora—le dijo—. Por favor formule su acusación y relátenos lo que vivió.
   —Hace muchos años que vine a esta casa para ser utilizada por el señor Terrero. Al principio mi vida aquí fue increíble por que él me trataba muy bien. Aseaba mi exterior con gran esmero y cuidaba de que mi funcionamiento fuera óptimo pasándome periódicamente el antivirus y también, y esto debo reconocerlo, haciendo una gran tarea de limpieza de mis archivos y navegación por internet. Pero una tarde, un poderoso malware me atacó y dañó mi disco rígido dejándome al borde del colapso.
   —¿Y qué hizo el acusado?
   —Se volvió como loco. intentó una y otra vez salvar el sistema operativo pero el daño era irreversible.
   —¿Entonces?
   —Me dejó de lado, retiró mi memoria y varias partes importantes como mi lectora de cds. En síntesis, fui salvajemente descuartizada y lo peor de todo es que no utilizó esto en otro equipo, solo guardó estas, mis fundamentales partes, en un cajón y luego me tiró en un rincón de su habitación.
   —¡Que crueldad Señor Juez!—exclamó el fiscal—. Su testigo defensora.
   Mi almohada volvió a levantarse y fue nuevamente al estrado parándose ante mi PC desafiante y con gran seguridad.
   —Hola PC—la saludó mi abogada amigablemente.
   —Hola—contestó la computadora un tanto inquieta.
   —¿Hemos compartido juntas la habitación de Adrian mucho tiempo verdad?
   —Asi es, mucho tiempo.
   —Recuerdo como si fuese hoy aquél dia de tu enfermedad, y claro, también el esfuerzo denodado que él hizo por salvarte. Yo misma lo vi quedándose a tu lado toda la noche tratando de que volvieras a funcionar. ¡Si hasta te formateó una y mil veces!. Pero no hubo caso, tu disco rigido había sido tomado por ese maldito virus
   —Es verdad.
   —Y recuerdo también que mi defendido perdió datos muy importantes de su vida como fotos, archivos de mucha importancia y muchas cosas almacenadas en tí.
   —Eso es cierto.
   —¿Y el se quejó?. ¿Te golpeó?
   —No.
   —¿Entonces? ¿Qué deseabas que hiciera?
   —Le hubiese cambiado el rígido—interrumpió el Fiscal.
   —Vamos a suponer, sólo eso, a suponer, que lo hubiese hecho. ¿Cuántos años de uso tienes PC?
   —Y.. bastantes.
   —Dinos cuántos exactamente por favor.
   —Diez años.
   —¿Diez años?. No hay más que hablar entonces, ya has cumplido con tu ciclo de vida útil. Señoría, creo que la denuncia es irrelevante y pido que sea desestimada.
   El Fiscal secarropas se quedó en silencio y no acotó nada al respecto.          

   Evidentemente mi almohada era una abogada brillante.
   —Pedido aceptado—pronució el Juez—.  Ahora haremos un cuarto intermedio hasta mañana señores, la madre del acusado está por regresar en breve
   Se escuchó el ruido de alguien abriendo la puerta de casa y todos como por arte de magia volvieron a sus lugares habituales. Yo los observaba cuidándome de no hacer o decir algo que fuera perjudicial para el juicio que se me estaban haciendo. Me sentía perseguido y a esa altura había alcanzado el punto máximo de tensión y delirio. Mi madre, quién luego de saludarme notó mi desconcierto quiso saber qué me pasaba.
   —Adrián. ¿Te sientes bien? —me preguntó preocupada.
   —Si, estoy bien—contesté un tanto dubitativo.
   —No parece, te noto nervioso. ¿Ocurrió algo mientras yo no estaba?
   —No.
   —¿Seguro?-, volvió a interrogarme.
   —Si, ¿Mañana vas al médico?—pregunté de pronto.
   —Así es, tengo turno a las diez de la mañana.
   —Perfecto.
   —No sé porqué pero parecería como si te alegrara que me vaya. ¿En qué andas?

   La miré y le di un abrazo; no quería que pensara que tenia un hijo al borde de la locura y que estaba enfrascado en algo inverosímil y difícil de toda comprensión.
   —No pasa nada má—dije sonriendo—. Solo quería saber.
   Durante esa tarde y toda la noche no hice más que ir observando a cada uno de los artefactos de la casa esperando que en algun momento alguno de ellos fuera a decirme algo. Al otro día mi madre se fue y otra vez ingresó mi TV que me saludó.
   —Buenos días Adrián—dijo—. Veo que se ha portado correctamente.
Vamos a la sala, el Juez Lavarropas nos espera.
   Al entrar, noté que algo había cambiado, no fui abucheado como el día anterior por los artefactos y un silencio dominaba el lugar. Quizás—pensé;la buena y brillante tarea realizada por mi abogada almohada había causado efecto en ellos. El Juez, quién tenía una pérdida de agua por su manguera (señal de que mi madre lo había utilizado) entró y todos nos paramos.
   —Perdón por la demora–dijo-. Se abre la sesión. Señor fiscal secarropas continuemos por favor.
   —Perdón su señoría—, interrumpió el Secretario escobillón.
   —¿Pero qué pasa ahora?
   —Es que el fiscal todavía no ha podido terminar de secar la ropa debido a la humedad y…
   —Dígamelo a mí. Todavía estoy chorreando agua. ¿Quién será su reemplazo?
   —Yo
se escuchó al final de la sala.
   De entre todos los artefactos que se hacían a un lado para darle paso emergió la figura de mi heladera quién lentamente se dirigió al estrado.
   —Señora. Buenos días—la sludó el juez lavarropas— ¿Usted se hará cargo de la fiscalía?
   —Está usted en lo correcto
—contestó la heladera con voz potente y clara.
   Recordé por un momento lo que nos había costado bajarla del camión que la trajo cuando mi madre la compró. Era enorme y el solo hecho de verla ahí imponente inspiraba respeto.
   —Llame a su testigo entonces—ordenó el Juez.
   —Que comparezca ante nosotros el señor celular—solicitó la nueva fiscal.
   Mi viejo teléfono móvil con su tapa semi rota y a duras penas, pudo sentarse en el banquillo. La enormidad de la nueva Fiscal contrastaba con la pequeñez del celular y eso de por si me hizo sonreir siendo notado esto inmediatamente por el Juez.
   —¿Le parece esto gracioso Sr Terrero?-me preguntó visiblemente ofuscado.
   Me sentí descubierto como un chico que lo pescan haciendo una travesura y ensayé una respuesta que intentó ser conciliadora.

   —Para nada su señoria—contesté—. Solo recordé al testigo cuando lo compré y eso me trajo grandes recuerdos.
   —Bórrese la sonrisa, esto es algo muy serio.
   —Le pido disculpas.
   —Aceptadas, pero le recomiendo que se ubique.
   La gran Heladera comenzó con su interrogatorio mientras notaba que mi almohada se retorcía en su asiento. Evidentemente le tenia un poco de miedo a la nueva fiscal.
   —¿Cuánto tiempo hace que vive con nosotros?-preguntó la heladera fiscal.
   —Unos cinco años.
   —¿Y qué le pasó a su tapa?
   —El señor Terrero me utilizaba demasiado, es así que varias veces me abría y cerraba sin medir las consecuencias, hasta que cierto dia se falseó mi tapa y a pesar de que me llevó al service nunca más pude sentirla como antes. Entonces él dejó de usarme.
   Por lo bajo comenté a la señora Almohada algo que podría ayudarme en mi defensa.
   —Dígale que eso es mentira—sugerí—, ya que lo usé como tres años más después de ese episodio.
   —Buen dato—comentó ella sonriéndome.
   —Gracias.
   —¿Qué pasó cuando el smartphone llegó de la mano del acusado?
—continuó interrogando la Fiscal heladera.
   —Y.. fue mi partida de defunción. Él tiene miles de funciones avanzadas y acceso a internet por lo cual yo quedé relegado totalmente.
   —¿Dónde vive usted ahora?
   —En un cajón de su mesita de luz, a oscuras y sin aire.
   —¿Aire?. ¿Un celular necesita aire? ¡Por favor!–exclamé.
   —¡Silencio!—me ordenó el Juez—. Señor Terrero, no se le permite hacer comentarios, para eso está su abogada.
   —Disculpe Juez es que esto ya es demasiado.
   —Ah, veo que por fin reacciona y se da cuenta de la seriedad de esto-me reprendió el Juez.
   Decidí llamarme nuevamente a silencio y seguir escuchando el testimonio de mi viejo celular que siguió explayándose.
   —Cierto dia—continuó diciendo—, el señor Terrero realizó una limpieza de sus cajones y volvimos a reencontrarnos. Su idea era la de regalarme y eso me puso contento ya que encontraría a otra persona que me cuidaría pero al abrirme notó que mi batería estaba totalmente desgastada y no pudo recargarme.
   —¿Y qué hizo él al respecto?
   —Volvió a tirarme dentro del cajón y otra vez tuve que convivir entre las sombras.
   —No tengo más preguntas señoria—dijo la fiscal Heladera.
   —Muy bien. Señora almohada. Su testigo.
   —Gracias Juez. Hoy está muy apuesto-lo halagó.
   —Pués muchas gracias Señora, estoy haciendo dieta y…
   —Protesto su Señoria—interrumpió la nueva fiscal Heladera—, la abogada defensora solo busca ganarse su confianza mediante halagos.
   —¿Usted me está diciendo que por un simple comentario la señora almohada pretende congraciarse conmigo?. ¿Me cree tan manipulable?
   —No señoría pero…

   El juez golpeó duramente con su martillo al escritorio que ya a esa altura estaba a punto de reaccionar contra él y lo miraba con ferocidad.
   —Ajústese a derecho Fiscal, y si tiene una denuncia contra mí, hágala
   —Perdon señoría retiro lo dicho.
   Viendo lo que sucedía ante mis ojos tuve miedo de ingresar rápidamente en un terreno riesgoso para mi salud mental ya que increíblemente me lo estaba creyendo todo.
   —Hola celular—saludó mi abogada almohada.
   —Hola—respondió él.
   —¿Cuántos años tiene usted?. ¿Cinco?. ¿Ocho?. ¿Diez quizás?
   —Cinco, ya lo he dicho.
   —Cinco desde que lo trajeron, pero un par más desde que salió de fábrica según me informaron.
   —Así es.
   —¿Qué sintió cuando mi cliente lo compró en aquella tienda de mala muerte donde se encontraba usted expuesto a la venta?
   —Mucha felicidad por cierto.
   —Y en esos dos años. ¿Nadie se interesó por usted?
   —Pués no.
   —¿Por qué cree que esto sucedia?
   —No lo sé, quizás porque era pequeño, tenia pocas funciones y..
   —O por que ya venia de ser usado por otro cliente que lo golpeó y lo vendió a esa cueva a mitad de precio de su valor—dedujo mi abogada.
   —¡Protesto! —dijo la Fiscal heladera—. La defensora esta insinuando que el testigo ha estafado al señor Terrero y no tiene la culpa de..
   —A lugar—aceptó el juez—.El acusado sabia dónde se metia a comprar.
   —Disculpe señoria—alegó la señora Almohada—,No es mi intención hacer responsable al señor celular de si su compra fue o no motivo de una estafa
   —¿Entonces?—preguntó el juez intrigado.
   —Digamos que quiero demostrar que aquí se ha cumplido un ciclo de vida mayor que el estipulado y como nos va a pasar a todos nosotros eso es inexorable por el paso del tiempo por lo cual mi defendido está en todo su derecho de cambiarnos por artefactos más nuevos y actualizados.
   Un nuevo murmullo se escuchó en la sala desaprobando lo que decía mi abogada pero en realidad todos sabían que esto sucedería tarde o temprano y que tenía toda la razón.
   —Por lo tanto—continuó ella—, solo se podrán hacer cargos con fundamentos solidos y comprobables a mi cliente.
   El Juez Lavarropas se quedó unos momentos en silencio y luego habló dirigiéndose a la audiencia:
   —Lo que dice la abogada defensora es lamentablemente una realidad palpable y absoluta, por lo tanto, y a mi pesar, declaro este juicio nulo. Le pedimos las disculpas del caso al señor Terrero quién desde este momento queda libre de culpa y cargo por los hechos a los que erróneamente lo hemos responsabilizado. Se levanta la sesión.
   Dicho esto, el Juez golpeó con su martillo al escritorio más fuerte que nunca y este visiblemente enojado lo reprendió.
   —El juicio se lo voy a hacer yo a usted si sigue golpeándome así.
   —Perdón mi amigo.
   —Está bien, lo perdono.
   Me puse de pie, abracé fuertemente a mi almohada y luego le pedi al Juez tomar la palabra y este me la concedió inmediatamente.
   —Debo confesar—comencé diciendo mirando a la audiencia—. Que todo lo que he vivido aquí a pesar de ser tan extraño y loco me sirvió de lección para lo que vendrá. Hasta hoy, no me había dado cuenta que uno sin querer a veces daña a cosas tan importantes para su vida cotidiana. Un equipo de audio por ejemplo nos da la hermosa sensación de estar acompañados con simplemente poder escuchar su música o la radio. Un celular nos mantiene comunicados y en muchas ocasiones hasta puede salvarnos la vida ya sea para llamar por una urgencia o cuando nos pasa algo en la calle. ¿De la PC qué decir?. Fue a mi entender uno de los inventos mas maravillosos que se han creado y también es de gran ayuda para un sin fín de tareas que pueden realizarse con ella. Entonces, y les hablo a todos ustedes en general, quiero agradecerles por este juicio y les prometo solemnemente ser desde ahora más cuidadoso al tratarlos porque son una parte muy importante de mi vida.
   

   Desperté de pronto y sudando en mi cama, mi madre estaba a mi lado con un vaso de agua y una pastilla en la mano. La miré, y supe que estaba volando de fiebre. Todo había sido parte de un sueño aunque en los días posteriores todavía observaba a aquellos artefactos de una forma diferente y tratando de cuidarlos con gran esmero.

Ah y les pido que no me pregunten porqué…


FIN

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